Si yo fuera vuestro vampiro… ¿Por qué habría
de amaros durante la exhalación de una noche, cuando podríais beber de mi
sangre y ser eternamente mía? ¿Qué razón habría de sobreponerse a mi voluntad,
y en presuntuoso ardid, impedirme poseeros más allá de la palidez del
crepúsculo? ¿Y vos? ¿Quién podría ya lidiar con vuestra recién adquirida sed
más que el vampiro del trono del cuervo?
Anhelaríais a cada instante
embriagaros con el perfume de mi piel, con la tenue calidez de mis labios.
Ambicionaríais mi mordisco, y la estridente excitación que os provocaría su
incisión… Sentiríais en vuestro agitado cuerpo la imperiosa necesidad de
postraros ante mí otra noche más; el deseo de sentirme dentro de vos. ¿No acabaríais,
sin mí, lamentablemente sumida en profundas y húmedas ensoñaciones, propias de la más turbia demencia? Decidme si
existiría quien pudiese paliar de nuevo siquiera una parte de vuestra ansia. Decidme quién; decidme quién mitigaría ya, con
el esmerado uso de las más prohibidas artes, vuestra elevada y libidinosa
apetencia.
Si yo fuera vuestro vampiro… habría de
haber ascendido desde dentro de mis entrañas, resurgiendo desde la podredumbre
de mi cuerpo yerto. Habría renacido para vos, bañado en tibias gotas de sangre
que esperarían ser saboreadas por entero. Pero aguardarían ese momento dentro
de mí, dentro de la pasajera ampolla que atesoraría la llave de mi eterno
vínculo con vos.
Danzaría por entre las sombras,
recogiendo las porciones más sublimes de deseo. Tomaría una bocanada de
nocturna negrura para sumirme en mi letargo. Pues cuanto más ampliamente
durmiese, más despierto soñaría. Me sumergiría en manantiales oníricos, allí donde
fluyen la luz de luna y la algidez glacial. Purgaría mi cuerpo marchito de tierra, vida y muerte. Me habría preparado para
absorber la cálida textura de vuestra piel desnuda. Yaceríais otra noche más
envuelta en luctuosas tinieblas.
La hora llegaría puntual, para
perderse cual suspiro al viento entre un
mar de hojas otoñales, y mi reloj de muñeca, antiguo símbolo extinguido,
pararía sus agujas con aspereza, marcando el momento en el que habríais de
susurrar a la noche por mí.
Suspiraríais hacia el infinito, llamándome
en silencio. Y yo acudiría siempre a arroparos, a calmar vuestra pena. Os
encontraría, semidesnuda, sumergida en un mar de sábanas blancas. Aquella
cálida habitación recibiría mis pasos, nacidos de aquella ventana tan
convenientemente abierta, con quejumbrosos crujidos bajo las tablas de oscuro
roble. Vuestra mansión me recibiría cortésmente, y vos lo haríais excitada y húmeda.
Una ráfaga de viento inundaría los pliegues de vuestro corpiño, enredándose por
entre las finas puntillas, enmarañándose a vos cual silencioso lazo de seda;
inmovilizándoos ante mi presencia.
Ahogaríais un grito, y os
incorporaríais súbitamente. Las sábanas se deslizarían por vuestro busto y vuestros
pechos, dejando entrever un esbelto cuerpo de mujer. La leve marca de unos
pezones duros sobre vuestro sostén os delataría… Y vuestro centro comenzaría a
agitarse, vuestro libido se dispararía. Pero no os otorgaría la concesión de saciar
vuestros más oscuros deseos aún; antes os haría mía.
Practicaría un fino corte en mi muñeca,
y con lujuria, de mi sangre beberíais.
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